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El cartel de la Coca

Publicado por César Arbeláez |

Entre las principales extremidades que tiene el día está la hora del almuerzo. Ese momento de éxtasis donde el día se parte en dos, la balanza de los juicios y los equilibrios laborales, las agendas apretadas y los no puedo para siempre. Entonces empieza el espectáculo de remembranzas escolares cuando sonaba el timbre de salida a recreo. Uno a uno empiezan a desfilar por la puerta, puntuales como la muerte y agónicos por otro aire. En el recreo todos se mezclan, todos son iguales, seres hambrientos casi devoradores. Fauna exquisita de engorde y disentería.

También es el momento de la catarsis escolar, digo, laboral. La guerrilla, el sindicato, la protesta, la queja acompaña esa comodidad o incomodidad, según le parezca, afortunada del empleo en medio de tanto desempleado. Al acercarse a los grupos de conversación o si presta atención en la mesa del lado puede escuchar historias sobre paseos, amores frustrados, corazones rotos, planes de fin de semana y las interminables quejas de las cooperativas que contratan actualmente a los empleados para las grandes empresas. Entonces, todos hacen lo mismo pero la nómina no es igual.

Esta mañana se subió a un bus un señor muy enojado, seguramente hablando con su amigo imaginario y le contaba lo siguiente: "pensamos que había trabajo con este presidente, pero nada, estamos cada vez peor" y se sentó y seguía mordiendo entre dientes sus palabras. Sin embargo, se vino a la mente aquella noticia que salió hace poco donde informaban que los empresarios podrían mermar costos si abrían plazas de trabajo. Por supuesto no será un anuncio placentero como: "Se solicita comunicador, sin experiencia, $4.000.000 mensuales, contrato indefinido, interesados enviar hoja de vida a sueñe@mentiras.com".

Recuerdan esa frase: "Trabajo, trabajo y más trabajo", pues mis amigos, el mínimo nos espera y con buena suerte estaremos en un outsourcing o en una X esperando que haya plata para que paguen y así como siempre ocurre. Mientras tanto, el medio día permite escuchar a todos los empleados que quieren más, por supuesto insatisfechos con lo entregado por el universo o la rosca, esperando a Godot como dice Samuel Beckett. Es bueno ser optimista y además pertenecer al cartel de la Coca a la hora del almuerzo.



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