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Las campanas doblan por el barrio San Benito

Publicado por César Arbeláez |

Publicado por César Arbeláez Mejía
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15 de enero de 2006

Nací dos años antes de que el barrio San Benito comenzara a morir y veintitrés años después asisto al entierro que, al parecer, nadie puede o quiere evitar.

Dice Jorge Mario Betancur en el texto Moscas de Todos los Colores - Nacimiento del Barrio Guayaquil en Medellín que: “En 1929 Medellín se llenó de moscas de todos los colores” y parafraseando esta cita, duele decir que en 2005 el barrio San Benito se llenó de moscas de todos los colores; o gente de todos los colores como lo dice en su texto.

Un día, las familias prestigiosas del barrio; las de apellido y reconocimiento social, decidieron huir con la llegada de la Plaza Minorista José María Villa, cuando en 1984, las Empresas Varias de Medellín la dan al servicio en el sector de San Benito. Estaba tan pequeño que no pude ver la cara de horror de los habitantes de aquel tiempo al saber la noticia.

Hoy les digo que de las casas donde crecieron sus hijos y rezaron el rosario no queda nada; en el mejor de los casos son un inquilinato o una iglesia del Neo-Jesús; de cualquier manera, su cobardía desoló las calles por donde caminaron de gancho con sus novias y permitió a forasteros apropiarse de lo que nunca fundaron para sí destruirlo.

Cuenta Jorge Mario Betancur que en 1958, cuando la Plaza de Mercado era en Guayaquil, que “A nadie le extrañaba la mierda en sí. Por ser Medellín un lugar sin alcantarillados y con muy escasas letrinas y desagües, sus habitantes se procuraban discreto excusado en cualquier parte.” Los indigentes, nuevos vecinos y casi propietarios del barrio, tampoco tienen letrinas, ni sanitarios y del alcantarillado les han servido las rejas para robarlas. Es decir, la mierda continua en otro espacio, en otro tiempo y a nadie le extraña en sí.

La plaza transformó el barrio; pero gente de todos los colores sobrevive gracias a ella. Es posible que a la “cultura ciudadana”, que por aquí no aparece, le quede grande una conciliación. No para que todos seamos moscas de un solo color sino para que se frene la mutilación de un sector tan importante de la ciudad.

Recuerdo la canción publicitaria de Medellín: “El lugar donde nací y con mis amigos crecí…” y entonces, la nostalgia se vuelve rabia porque los amigos se fueron de la mano de sus papás; a otros los mataron y otros no hay. Sólo quedan las calles desoladas y decoradas por los avisos publicitarios que saturan las paredes del barrio. Sólo quedan recuerdos de partidos de canicas, de fútbol, el escondidijo, la chucha cogida y seguida y la infancia que se quedó sin recuerdos porque lentamente se han borrado como la tiza de la golosa.

El barrio San Benito se murió y a nadie le importa. Todos llegan de la periferia, del norte y del sur; pisotean las calles del barrio, bajan de los buses, descargan los camiones, consiguen el dinero, dejan la basura y se van. San Benito es un lugar prostituto, violado y asesinado. Pero fue el lugar que fundé, donde crecí, donde permanezco y muero.

En San Benito hay pocas personas que puedan contar la historia del barrio colonial, del barrio más antiguo de Medellín. Siempre el pasado es la nostalgia y entre la historia nadie quiere reconocer el presente: más del 80 por ciento de las tapas de los contadores del acueducto han sido robadas; el porcentaje de habitantes es del 10 por ciento. El 90 por ciento pertenece al comercio. Unas de las moscas de todos los colores que volaron desde lo que hoy es la Plaza de la Luz son los indigentes y se han hospedado entre la calle Juanambú y la Avenida de Greiff y el peor porcentaje, del 100 por ciento, es la indiferencia de los que se fueron y de los que se quedaron y de los que pasan y de los que se van.

Ninguna empresa turística estará interesada en mostrar al barrio San Benito entre lo más bello del centro de la ciudad de Medellín porque de él, como tal, no queda nada. A veces cuando bajan por la Avenida de Greiff los buses coloridos (Turibus) cierran la ventanilla para evitar los malos olores o para evitar la intromisión de alguna mosca.

En San Benito ya no nacen nuevas generaciones, además nadie se atreve a formar una acción comunal en defensa y conciliación con el comercio, no hay grupos juveniles, no hay gente, no hay vecino amable ni mala clase, el único ruido es el run run de los carros en el día y el silencio espantoso de la noche. En el barrio sólo hay “moscas de todos los colores” que no dejaron doblar las campanas porque también las callaron.

Contexto

San Benito es uno de los 19 barrios que conforman la comuna 10 o Centro de Medellín, a la que también pertenecen: Jesús Nazareno, El Chagualo, Estación Villa, Guayaquil, Corazón de Jesús, La Alpujarra, Calle Nueva, Perpetuo Socorro, Barrio Colón, Las Palmas, Bomboná, Boston, Los Ángeles, Villa Nueva, La Candelaria, San Diego, el sector del Hospital San Vicente y Prado Centro.

Una de las construcciones de mayor recordación en la zona es la iglesia de San Benito, construida en 1678 y reedificada en 1802 con un estilo barroco. En la época de la independencia fue el lugar del refugio. Los Franciscanos son los encargados de mantenerla y está ubicada en la calle 51 No. 56 A 57.

Los cambios en la zona se agudizaron con la apertura de la Plaza Minorista en 1984, y 22 años después, continúan. La central se construyó en el sector de la Estación Villa, para reubicar a los venteros, que desde décadas atrás venían siendo desalojados de El Pedrero en Guayaquil. El desalojo finalmente se logró. Luego vino la conformación de lo que hoy se conoce como El Hueco, comprendido entre la calle Colombia, la calle San Juan, La carrera Bolívar y la avenida de El Ferrocarril, también es parte del barrio. Lo anterior implica la presencia de 5.100 locales comerciales. César Arbeláez, un joven habitante del barrio, se refiere a sus cambios.


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