El acto de desagravio debe realizarse por la ciudad y no por un nombre, por los muertos, por los atracados, por los desempleados, por los del rebusque, por la infancia en la violencia, por la educación, contra las roscas políticas, contra las leyes que afectan al común y favorecen a los tiranos. Contra el que desprecia, contra la falta de respeto por la diferencia, contra la libertad. Contra la injusticia.
Lo que ocurre en una ciudad no es culpa de un alcalde, finalmente ninguno sirve a los que debe servir. Como todos, se entregan en cuerpo y alma en su campaña y luego se esconden entre trámites y favores políticos. La culpa de lo que ocurre en la ciudad es de todos, de nuestra corrupción y nuestra indiferencia, culpa del miedo y del abuso al que muchas personas se ven sometidas mientras los verdaderos delincuentes se la pasan tranquilos.
Para imaginar una ciudad ideal con un alcalde ideal y con personas ideales tendríamos que destruir todo, volver a nacer y arriesgarnos, lo cual hasta ahora es imposible.
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